martes, 25 de diciembre de 2007

Las burbujas de Don Quijote son muy apreciadas en el mercado madrileño

La producción de vinos espumosos, que tradicionalmente no ha sido significativa en la Zona de Producción “ La Mancha ”, ha experimentado un importante crecimiento de ventas en los últimos años, lo que ha propiciado que las bodegas de la D.O. que elaboran este tipo de productos hayan agotado sus reservas y se planteen incrementar sustancialmente la producción en las próximas campañas.

De hecho la comercialización de espumoso manchego, que en 2004 apenas llegaba a las 300.000 botellas y se centraba en tan sólo cuatro bodegas, ha pasado en 2007 a ser vendido por más de 20 empresas diferentes que en conjunto pueden superar el millón de botellas. No obstante, lo realmente importante es que en unos 4 o 5 años la cifra se podría elevar fácilmente a dos o tres millones de unidades si las cosas se siguen haciendo como hasta ahora, ya que las bodegas están preparando sus instalaciones para albergar cavas de botellas que superan en mucho a las actuales.

Esto es sin duda la mejor recompensa al esfuerzo de las bodegas pioneras que se atrevieron con las elaboraciones de espumoso en La Mancha cuando su comercialización era realmente difícil.

Fue Vinícola de Castilla en Manzanares, la primera en apostar por elaborar espumosos siguiendo el método tradicional con su marca “Cantares” a principios de los años ochenta. Más tarde la siguieron Vinícola de Tomelloso con “Mantolán” y “Viñedos y Reservas” de Villanueva de Alcardete, un pueblo que hoy concentra el mayor volumen de producción.

Los espumosos manchegos se caracterizan por su gran calidad y por ser muy adecuados para los postres y, por qué no, también para algunos aperitivos. Pueden ser blancos y rosados secos, semisecos, semidulces y dulces, pero su principal característica es que tienen gas carbónico de origen endógeno, es decir, que se crea en el vino a causa de una segunda fermentación, que se provoca por la adición de una cantidad de sacarosa y un cierto número de levaduras especiales capaces de transformar el azúcar en alcohol y en anhídrido carbónico, en unas circunstancias especiales. Es precisamente este anhídrido carbónico el que hace que el tapón salga disparado al abrir la botella.

Entre los principales conceptos que nos deben quedar claros para comprender adecuadamente el proceso de elaboración tradicional están el tiraje (añadir levaduras y azúcares al vino base para provocar la segunda fermentación dentro de la botella), la rima (crianza de la botella en la cueva), el removido (ligeros movimientos sobre la botella, que debe estar siempre inclinada hacia abajo, y que permiten el desplazamiento de las lías hacia el cuello de la botella) y el degüelle (extraer las lías de la botella abriéndola y derramando parte del líquido que después será repuesto con licor de expedición – un vino viejo, muy estable y totalmente neutro en el que se han diluido una serie de productos que darán personalidad al espumoso).

Finalmente indicar que, atendiendo a su riqueza en azúcar residual, la denominación de los espumosos es:
secos, semi-secos, dulces, extra-secos y extra-brut.
En cuanto a su servicio, comentar que deben servirse a temperaturas bajas (entre 5 y 7º C) para que se dé la compenetración perfecta entre las moléculas de gas y las del líquido, lo que dificulta la erupción de las burbujas y su consiguiente dispersión. Precisamente para favorecer el mantenimiento del anhídrido carbónico, se recomienda que se utilicen copas largas y estrechas a la hora de servir el espumoso, contrariamente a la costumbre, hoy prácticamente superada, de servir estos vinos en copas de forma baja y ancha.

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