
300 botellas que ven la luz en un estuche de lujo para coleccionistas y amantes del mejor vino. Un producto que nace a 600 metros sobre el nivel del mar, en la capital de Rioja Alavesa, Laguardia, donde un mar de viñedos copa el paisaje.
Tras su cuidada elaboración y una crianza en barrica de madera de roble francés Allier, su proceso de maduración se complementa lejos de la Sierra de Cantabria, de los pueblos medievales que pueblan la comarca. Es en el mar Mediterráneo, en concreto en la localidad de San Carlos de la Rápita, Tarragona, en donde madura siguiendo, fiel, el recorrido que le marca el río Ebro hasta su desembocadura.
A cinco metros de profundidad durante 180 días recoge una espesa capa marina sobre su cuerpo y unas características que hacen de su cata una experiencia única para los sentidos. La cosecha, situada estratégicamente en varias bateas con condiciones muy específicas de temperatura entre 10 y 15 grados, aprovecha el ligero vaivén de las corrientes y un nivel constante de humedad, luz y ausencia de ruidos. Cualidades que crean el mágico proceso que da forma a la gran obra maestra del bodeguero Javier San Pedro Ortega.
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